Los problemas de China son estructurales, más que cíclicos.
Entre otros factores, su desaceleración se debe al rápido envejecimiento, una burbuja inmobiliaria reventada, un enorme exceso de deuda pública y privada (ahora cerca del 300% del PIB ) y un giro desde las reformas orientadas al mercado hacia el capitalismo de Estado.
La inversión impulsada por el crédito se ha vuelto excesiva a medida que los bancos estatales otorgan préstamos a empresas estatales (OE) y gobiernos locales.
Al mismo tiempo, el gobierno ha estado atacando al sector tecnológico y a otras empresas privadas, erosionando la confianza empresarial y la inversión privada.
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